Átame mucho

En tan sólo unas décadas se ha producido una revolución en los hábitos sexuales de los españoles. Se admiten prácticas y comportamientos que antes eran inaceptables.
María Herreros
España
16.02.2017
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Un estudio de 2008 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) asegura que el 4,8% de los cerca de 5000 encuestados afirmaron tener, entre sus juguetes sexuales, esposas, grilletes y otros elementos para atar. El estreno de la segunda película de la saga ‘Cincuenta sombras más oscura’ saca de nuevo a la palestra el mundo del BDSM. Término creado en los 90 para abarcar un grupo de prácticas y fantasías eróticas. Nace de la unión de las siglas de Bondage (ataduras), Disciplina; Dominación y Sumisión; y Sadismo y Masoquismo.

“A través de la tecnología se acortan las distancias. Antes, la gente no tenía tan fácil acceso a la información y las prácticas sexuales de este tipo estaban realmente censuradas. La educación y la política eran más absolutistas e intolerantes, lo que influía en un desarrollo del pensamiento de la población más reprimido y cohibido. Estas fantasías eróticas se llevaban a cabo clandestinamente y difícilmente encontrabas la ubicación. Mucha gente ni sabía que existían. Las nuevas tecnologías han despertado nuevas facetas de la personalidad, otros deseos y formas distintas de experimentar las cosas”, asegura Gemma Figueras, Psicóloga Clínica y Sexóloga del Institut Barcelona de Psicología.

Sumisión/dominación

La sumisión, la humillación e incluso el infringir dolor son prácticas sexuales siempre realizadas con consenso y de forma totalmente voluntaria. Este es el caso de Ana de 31 años que es sumisa desde los 20. Bisexual, comparte la vida con su ama y dice que “de cara a la galería somos pareja normal, aunque el que sepa entender…”. La sumisión “es mi naturaleza”, afirma, y abarca todas las facetas de su vida. Debe pedir permiso a su ama para todo, aunque reconoce que “hay muchas cosas que sé hacerlas sin necesidad de preguntar”. Entre sus prácticas sexuales están el spank (azotes en las nalgas), las ataduras, los orgasmos forzados y la castidad. Asegura que llevar un collar es un símbolo de entrega y que esta situación no la hace sentirse mal. Desde la psicología, consideran que una persona tiene una alteración psicológica y que podría necesitar tratamiento “cuando la situación le genera un malestar grave que le influye en varias áreas de su vida” explica Figueras.

Un paso más allá, Marcos, con sólo 20 años, se declara esclavo. Lo inició una amiga hace tres años. Actualmente, tiene una relación de pareja con su ama y extienden la dominación a todos los ámbitos. “Nos iniciamos juntos. Ella conocía la cultura del BDSM pero nada más. No soy sumiso soy esclavo porque mi entrega es total”, explica. Su entorno más íntimo es conocedor de su peculiar trato y lo aceptan. Entre sus juegos sexuales usan ligaduras, vendas en los ojos, pinzas, velas, azotes, látigos y correas.

En el otro extremo, Domme es dominante. Para él la dominación “abarca todos los terrenos y aspectos de relación con la otra persona, va mas allá de lo sexual. Pero en público se actúa de manera normal y como una pareja corriente. Se guarda bastante discreción.” Sus prácticas “son de tipo muy variado, a excepción de lo escatológico, sangre y ceder a otros Amos. Van desde azotes, pinzas y sexo duro a prácticas como lluvia dorada o fisting. En mi caso sí que he usado collar con mi sumisa y también rutinas de permanecer en una posición o recibirme en una posición concreta, aunque no durante horas”.

Consenso

Para la sexóloga Figueras se debe entender por “consensual la situación donde los límites de ambas personas son respetados, donde los deseos son expresados”. La coerción y manipulación ya sea consciente o no, ya sea en situaciones sexuales, afectivas o de convivencia se consideran “abuso psicológico” insiste la psicóloga catalana. “Para que nadie sea usado, manipulado o abusado en ningún sentido, se necesita tener como norma general la conducta de preguntar siempre si esta cómoda con la situación, cómo se siente y qué desea. El silencio no significa “sí” o “no”. Consentimiento significa prestar atención a la otra persona, en todo su ser y sus gestos y maneras; y al mismo tiempo ser explícito sobre lo que desea o siente acerca de la situación”, explica.

“Cuando una persona se somete en muchas ocasiones tiende a autoengañarse y a sobreproteger a su dominador. Hasta tal punto, que adopta una posición de conformidad, de fantasía idealizada y libre de señales de abuso. Entonces, es difícil para el entorno detectar si hay alguna anomalía o abuso”, asegura Figueras. Una persona normal hasta cierta edad pueda acabar aceptado cosas que jamás pensó que haría. Esto es posible según la sexóloga porque “las personas van moldeando la perspectiva de las cosas en función de las experiencias que tengan”.

Aunque se supone que se educa en igualdad, Gemma Figueras insiste en que “esto aún no es del todo así. Aún persiste el sesgo de una sociedad autoritaria y machista, y algunas relaciones están aún estigmatizadas por ello”.

Como Pedro, que conoció este mundo por su abuelo a los 16 años. “Era Amo y me enseñó para lo que sirven las mujeres. Tienen que estar a los pies del hombre”, dictamina. Amo-director, que es su nombre de guerra, tiene 39 años y enviudó el verano pasado. Su mujer era su esclava, no tuvieron hijos, “algunos de la familia sí lo sabían y otros no. Los que lo conocía lo aceptaban”. Pedro busca otra relación similar a la que tenía, “ella siempre aceptó lo que eran mis normas. Si se quejan el castigo es aún mayor como cera, pinzas, bofetadas, agujas o descargas eléctricas”. No tiene reparos en reconocer que disfruta viéndolas sufrir y que lo más duro que les ha hecho ha sido utilizar descargas eléctricas dentro de la vagina o meterles objetos en el ano.

Nuevas tecnologías y sexo

“El ámbito sexual ha evolucionado filtrándose en la vida diaria a través de internet, con prácticas como el sexting o las videollamadas online, haciendo más frías las interacciones” afirma Figueras. El futuro al que se encamina la sexualidad según la sexóloga “no podemos predecirlo, pero podemos decir que sería fantástico integrar una educación sexual en el desarrollo educativo del niño porque creemos firmemente que serviría para prevenir futuros desajustes, le permitiría familiarizarse con la sexualidad de forma más natural quizás con menos prejuicios y al mismo tiempo a centrarse en las vivencias”.

Los chats de BDSM, en los que incluso se llegan a organizar fiestas temáticas, son un claro ejemplo del cambio en la interacción ya que acerca a personas con gustos similares. Arturo, que se autodefine como switch (alternan el rol de dominante y sumiso), reconoce que ha utilizado estos chats para quedar aunque “no mucho la verdad porque tienes que desplazarte bastante, pero esporádicamente sí. Al principio quedaba siempre con sumisas aunque soy bastante light”. Domme también habla de estos foros ya que con 20 años, empezó “curioseando en la temática, como hacían muchos, hasta que por fin di con una sala de chat y pude charlar con otras personas sobre mis gustos”. Una década después ha tenido dos sumisas pero “no esclavas”.

En cuanto a ciertas modas o tendencias para la sexóloga ” la cuestión aquí es quién reacciona y se une a ellas con tanta facilidad. Se sabe que hay personas que tienden a buscar continuamente experiencias nuevas y también las hay quienes se quedan experimentando lo que saben y conocen; y están igualmente satisfechas unas y otras. Es cierto que la sociedad y la exposición a tanta información crean necesidades, pero al final es cada uno quien permite que se active o no ese interés”.

Institut Barcelona de Psicología

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